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ZP QUIERE UNA REVUELTA SOCIAL CONTRA LA UE

A medida que pasa el tiempo y vemos con asombro creciente que el Gobierno sigue sin adoptar las políticas que necesita realmente este país para evitar la quiebra, y prefiere que la economía española siga caminando por el borde del precipicio, uno tiende a pensar muchas cosas acerca de la personalidad del actual inquilino de La Moncloa y su incapacidad para tomar una sola decisión. Pero en cuanto uno se para a pensar un momento con serenidad se da cuenta de que, detrás de todo esto, hay una verdadera estrategia premeditada por parte de ZP, no para sacarnos de la crisis, sino para salirse con la suya, lo cual ya le pone a uno los pelos de punta y la piel de gallina. Porque lo que quiere hacer, lo que está haciendo en realidad, Zapatero es echar un pulso ideológico a la UE y a los mercados y salir triunfante del mismo, presentándose así como el gran político que consiguió doblegar a unos y a otros. Veamos los hechos que respaldan este análisis.

Lo primero de todo, y ya lo sabemos, es que, por más que diga, lo cierto es que el Gobierno se niega a recortar el gasto público, tal y como piden la UE y los mercados, cuando hay tanta partida en la que meter la tijera a saco. Eso se complementa con el mensaje que empiezan a enviar los socialistas por todas partes y este no es otro que como la crisis la ha provocado Alemania, es Alemania la que tiene que ser solidaria con España y sacarnos las castañas del fuego. Y es verdad que el gran país europeo tiene que ver con lo que nos sucede, pero no precisamente en la forma en que nos lo cuentan. Nuestra burbuja inmobiliaria se alimentó con un ahorro alemán que buscaba una rentabilidad mejor que la que ofrecía una economía que, en aquellos momentos, estaba haciendo sus deberes con una política deflacionista para recuperar su competitividad perdida. Y esa misma política fue responsable, en parte, de la estrategia de tipos de interés bajos seguida por el Banco Central Europeo en los últimos años. Pero también es cierto que aquí se podía haber evitado que esa enorme afluencia de dinero barato provocara la burbuja inmobiliaria tan sólo con que el Gobierno le hubiera dejado al Banco de España que siguiera impidiendo que bancos y cajas de ahorros siguieran concediendo préstamos al sector inmobiliario e hipotecas sin límite alguno, ni siquiera en relación con los riesgos en que estaba incurriendo el sector crediticio por ello. De la misma forma que podría haber suprimido la desgravación por adquisición de vivienda en el IRPF nada más llegar al poder en 2004, como propuso entonces Miguel Sebastián. Así es que, en contra de lo que dicen los socialistas, la culpa de nuestros problemas no es de Alemania, sino de ellos, y son ellos, y no los germanos, los que nos tienen que sacar de este problema si se empeñan en no anticipar las elecciones generales y agotar la legislatura.

Zapatero, empero, se niega a ello porque no quiere oír ni hablar de recortar el gasto público, en parte porque quiere seguir haciendo de las suyas, en parte porque es de esos socialistas que piensan que las crisis las tienen que pagar los ricos, en este caso los alemanes, y, si se niegan, hay que forzarles a ser solidarios con los pobres descamisados, o sea, los españoles. Y su negativa va a más cuando los mercados reaccionan en consecuencia incrementando la prima de riesgo, mientras la propia inacción de España pone cada vez más en cuestión el euro. Pero menudo es Zapatero como para que nadie venga a imponerle algo, sobre todo una Angela Merkel a la que odia profundamente y, ni mucho menos, esos mercados que impiden a los socialistas hacer de las suyas porque les pasan la factura correspondiente. Así es que a este personaje que sueña con ser el líder de la izquierda mundial, el paladín de las causas perdidas y el caballero blanco de la utopía no se le ha ocurrido nada mejor que desafiar a la UE y a los mercados para tratar de demostrar que se puede vencer a unos y a otros y que el Estado puede ser capaz de dominar las fuerzas de la globalización si uno sabe mantener firme.

Para fortalecer su posición, Zapatero, sin embargo, necesita el apoyo de una sociedad que le ve cada vez más como un líder político tan incapaz como incompetente. Un apoyo que, a su entender, sólo puede presentarse en la forma de revueltas sociales como las que han tenido lugar en Grecia o en Francia. A estas alturas, los hay que todavía siguen soñando con mayo del 68 y con la revolución, quién lo diría, pero ZP es así. Y para salirse con la suya, en lugar de hacer los ajustes presupuestarios que tiene que hacer, ha elegido ‘tocar’ los temas sociales, que son los que pueden despertar las iras de la gente. Ahí está, por ejemplo, la supresión de la ayuda de 420 euros a los parados que pierden el derecho a seguir percibiendo la prestación por desempleo mientras sigue tirando el dinero a espuertas con su mal llamada política de ayuda al desarrollo, a la que destina ni más ni menos que el 1% del PIB. Lo más sangrante de todo, sin embargo, es lo de la congelación de las pensiones y el aumento de la edad de jubilación, cuando lo de las pensiones es el problema de mañana pero no el de hoy, que se resume en que el sector público se gasta, o malgasta, mucho más de lo que ingresa. Pensiones y desempleo son, empero, dos temas de una enorme sensibilidad social. Zapatero lo sabe y por eso hace lo que hace, en vez de aplicar con fruición la tijera allí donde tiene que hacerlo, porque lo que en realidad persigue es que este tipo de medidas arbitrarias, que justifica como imposiciones de la UE y los mercados, provoquen las pertinentes revueltas sociales que justifiquen ante unos y otros su negativa a hacer lo que tiene que hacer. De la misma forma que sabe que, si cae España, Alemania va a sufrir mucho más que si se muestra ‘solidaria’ con nosotros. De ahí que haya optado por jugar con fuego echándole todo un pulso tanto a la Unión Europea como a los mercados y que quiera provocar una revolución que lo respalde.

El problema es que, con su estrategia, la única revuelta que puede desencadenar es una contra él mismo porque la sociedad tiene bien claro quién es el responsable de sus males y todo eso de que la culpa es de Alemania que no es solidaria con nosotros y demás zarandajas se convierte, cuando menos, en una broma de mal gusto cuando ve día a día de qué manera se tira el dinero público. Y el problema es, también, que como a Zapatero le dejen seguir más tiempo con este juego, cuando acabe por estrellarse el tortazo que se va a pegar este país no va a tener igual en la historia.

Emilio J. Gonzalez, Libertad Digital.


LA BOLA DE CRISTAL

“Te sientas en frente, es como el cine. Todo lo controla, es un alucine. Es como un ordenador personal. Es la bola de cristal”. Así era la sintonía con la que comenzaba en los años 80 el programa de Televisión Española, La Bola de Cristal. Por la crítica que hacía a la sociedad de la época y por su incorrección política, no estoy del todo convencida de que se tratase de un programa infantil, pero la estética de sus personajes y sus ideas subversivas, le garantizaron el éxito.

De todos los personajes que por allí pasaban, sin duda, los que mejor recuerdo eran los electroduendes, Maese Sonoro, el Hada Video o la Bruja Truca, cada uno tenía sus habilidades y poderes, pero si en aquel programa había un personaje altamente peligroso era la Bruja Avería. De sus terroríficos poderes, con una pegadiza canción, advertía la que fue cantante del grupo Alaska y Dinarama, diciendo una y otra vez: no se ría de la Bruja Avería. Y es que, cuando se le cruzaban los cables, con su bola de cristal era capaz de cualquier cosa, incluso de hacer que se esfumaran los demás electroduendes.


Quien dice ser y llamarse José Luis Martínez Guijarro, Consejero de Agricultura y Desarrollo Rural, tiene en su haber fracasos –voy a citar sólo algunos de ellos- tan amargos como su funesta participación en la implantación de la nueva OCM del Vino, tan perjudiciales como su decisión de reducir el presupuesto para la incorporación de jóvenes a la agricultura, o tan lamentables como su ineficacia ante el ERE silencioso que el campo de Castilla-La Mancha viene soportando, y que todo indica que seguirá produciéndose por culpa, entre otras cosas, del aumento del IVA que, inexplicablemente, Barreda tanto ha aplaudido. Con este curriculum, sin basarse en un estudio riguroso de los mercados, sin buscar la mejora de las condiciones financieras de agricultores y ganaderos y sin tratar de aumentar la rentabilidad de las explotaciones agropecuarias, hace unos días nos dejó petrificados a todos diciendo: "el año 2010 será mucho mejor para el sector agrario que 2009".


Lo que se espera de un consejero es que se esfuerce en proporcionar soluciones claras, concretas y rigurosas en el ámbito de sus competencias, y no que se dedique, sin el más mínimo fundamento técnico, a hacer afirmaciones tan gratuitas que parecen extraídas de una bola de cristal, y que dan la sensación de que el más alto cargo de la agricultura y de la ganadería del gobierno regional, actúa, como si de una pitonisa se tratase, haciendo vaticinios que pueden crear falsas expectativas.


Está claro, porque lo tiene más que demostrado, que el consejero de Agricultura no está capacitado para arreglar la ruinosa situación del campo en Castilla-La Mancha, pero, a pesar de sus sorprendentes vaticinios no se rían de él, no vaya a ser que se le crucen los cables y, como la Bruja Avería, se dedique a hacer que se esfumen agricultores y ganaderos como si fueran electroduendes. Ojo, que desde que es consejero van desapareciendo por miles.

Artículo de opinión de María Luisa Soriano Martín, viceportavoz del Grupo Parlamentario Popular.

UNA BATUTA PARA LA PAC

Cuando la reforma de 1992 de la Política Agraria Comunitaria (PAC), un agricultor amigo suyo le comentaba a D. Miguel Delibes que se debería saber qué se quita y qué se pone, qué se siembra y qué se deja de sembrar y que, para ello, lo que hacía falta era un buen director de orquesta.

Desde que Zapatero y Barreda cogieron la batuta de sus gobiernos respectivos la música del sector agropecuario no suena todo lo bien que debiera, ya que tanto el presidente nacional como el regional han permitido que se produzcan notables pérdidas de competitividad y de capacidad productiva, que de manera progresiva a los agricultores y a los ganaderos, en particular a los de Castilla-La Mancha, socialmente se les haya ido relegando hasta un oscuro rincón y, económica y profesionalmente, se les haya ido empobreciendo.

Con el campo en plena crisis las “mentes pensantes” de los gobiernos de los países europeos, tendrían que estar planteándose cómo la agricultura y la ganadería pueden asumir el protagonismo necesario para resolver la lamentable situación que, si no se le pone remedio, se planteará en un futuro no muy lejano, porque lo que realmente está en juego es nada más y nada menos que la alimentación de Europa.

La reciente Comunicación de la Comisión Europea sobre “El Futuro de la PAC hacia el 2020”, sienta las bases para el nuevo debate, que se va a centrar, y presiento que no me equivoco al decirlo, en tratar de estrechar el presupuesto que la Unión Europea destine al campo. No hace falta ser muy listo para darse cuenta del craso error que se cometería si así fuese.

Impedir que esto ocurra es absolutamente necesario, pero nos haría falta, además de reconquistar la posición que España tuvo en la U.E., que nuestros directores de orquesta busquen estrategias para que no se escatime el dinero que se dedica a la producción de alimentos, para reforzar la capacidad productiva de las explotaciones, para fomentar la investigación y para que la nuevas ayudas al sector sean lo suficientemente abundantes como para que con ellas, al menos hasta que consigan vivir de vender sus productos, tanto los agricultores como los ganaderos puedan seguir existiendo.

Para ello, como decía aquel agricultor amigo de Delibes, nos harían falta buenos directores de orquesta, pero poco se puede esperar de una Ministra que ni siquiera tiene Ministerio de Agricultura y de un Consejero a las órdenes de José María Barreda, un director de orquesta que se jacta de que nuestra región ha dejado de ser eminentemente agrícola y que dirige una banda que, para el año 2011, no ha tenido mejor ocurrencia que reducir en más de 90 millones de euros el presupuesto destinado al sector agropecuario.

Tanto la una por bisoña, como el otro porque lo tiene más que demostrado, son directores que no saben llevar “il tempo”, ni indicar la entrada de grupos instrumentales, ni marcar los acentos dinámicos. Por no saber no creo que sepan ni leer la partitura. Tendrán batuta pero para lo único que les sirve es para espantar las moscas.

Artículo de opinión de María Luisa Soriano, viceportavoz del Grupo Parlamentario Popular


LA EXCEPCIÓN COMO NORMA

He escrito más de doscientas de columnas en este periódico sobre el peculiar régimen político que Zapatero ha impuesto, desde el 11-M de 2004 hasta hoy, en España. Si tuviera que buscarle un hilo conductor, una constante, a todas ellas creo que sería la búsqueda de la excepcionalidad como régimen ideal del socialismo de Zapatero. Por eso, precisamente, no me ha extrañado nada que este personaje declarara el estado de alarma para solucionar un conflicto laboral. Menos todavía me sorprende que prolongue esa situación en el tiempo y el espacio.

Por el contrario, Zapatero demuestra una coherencia sin igual en toda Europa. Ha conseguido, además, que su "régimen de excepcionalidad" lo justifique la propia Constitución. Ha manejado la propia debilidad de la Constitución con maestría; seguramente, lo ha hecho mejor que lo hicieron en el pasado dictadores relevantes, o en el presente gentes como Chávez en Venezuela, para llegar o mantenerse en el poder. Sí, por empecinarse en la duda, todas las Constituciones tienen siempre un punto débil, a saber, "normar" la creación de un Estado de Excepción que, por mucha legislación que haya al respecto, siempre nos sitúa al borde del abismo democrático. Y ahí estamos. La cosa viene de lejos.

Y porque viene de lejos, de hace casi siete años, me sorprende que muchos se extrañen por el estado de alarma decretado por Zapatero. O son cínicos o son imbéciles quienes se hacen de nuevas por la excepcional medida adoptada por un presidente del Gobierno que ha elevado lo anormal a normal, lo atrabiliario a común y, en fin, ha convertido la arbitrariedad en norma de conducta de Gobierno, es decir de desgobierno antidemocrático.

Zapatero nunca quiso avenirse a gobernar con los mecanismos clásicos del Estado de derecho, siempre ha estado incómodo, entre otras razones porque nada más llegar al poder cuestionó que el genuino alojamiento del Estado de derecho fuera la Nación española. Fue el primer golpe que dio a la débil Constitución española. Desde entonces hasta aquí, son pocos los días que no se haya cometido alguna tropelía contra los mecanismos de funcionamiento normal del Estado de derecho... Para qué hablar del sometimiento del resto poderes a sus designios, o para qué recordar su empecinamiento con el Estatuto de Cataluña para acabar con lo poco que nos quedaba de nación.

Cualquiera que haya seguido con un poco de atención la trayectoria política de Zapatero, desde la Oposición hasta el nombramiento de vicepresidente segundo de Pérez Rubalcaba, pasando por el 11-M y días posteriores, sabe que la extravagancia, por decirlo suavemente, ha sido y es su principal fuente de manejo del poder. La afectación, la falta de naturalidad democrática, en fin, su tendencia a la excentricidad política siempre ha limitado con los comportamientos de los viejos dictadores, incluso su forma de vendernos que "él es un demócrata de toda la vida" ha sonado extraña, según han demostrado con solvencia critica analistas políticos muy diferentes, valga citar a modo de ejemplos los libros Gustavo Bueno, El fundamentalismo democrático, y el de José García Abad, El Maquiavelo de León (por cierto que este último ha reconocido que fuera del PSOE a Zapatero sólo le gusta pescar... ¡Les recuerda a alguien!).

Varias son las figuras que adquieren esa extravagancia, por otro lado, mejor planificada de lo que suponen sus adversarios políticos; en mi opinión, los nombres de esas figuras son resentimiento, encanallamiento y excepción. A ello vamos, directamente, al estado de excepción. ¡De qué extrañarse! No seamos ingenuos, amigos, estamos ante la primera etapa de la solución excepcional. Pensábamos que el estado de excepción en España era una cosa de los libros de historia, pero muchos se han quedado aturdidos ante esta jugada clásica, o mejor, vieja, de ajedrez político: el poder lo tiene, en efecto, quien puede crear la situación de excepción. El poder, sí, es de Zapatero. El resto, o sea lo demás, pamplinas.

Agapito Maestre, Libertad Digital.